Interior vs. Exterior

Superficial. Esa es la primera palabra que cruza por mi mente cada vez que salgo a las calles de esta esquina del mundo. Definitiva e inevitablemente otras cosas como la moda, el auto último modelo, la ropa de marca, los lujosos edificios, los cuerpos de revista, el novio con más dinero o la novia esculturada como con un bisturí... Vanidad, intentos inconscientes que llegan casi al narcisismo, invaden constantemente la vida, alma y corazón de cientos de miles de personas. Eso me entristece.

Lo he dicho antes. Es cierto que existen ciertas cosas que sí facilitan nuestra existencia en esta tierra, pero hay quienes cambian por completo el significado de esas “facilidades” o “comodidades”, llevándolo a los límites de persuadir hasta sus propios sentimientos convenciéndose estos de que deben quedarse en silencio por un tiempo. Todo allá afuera tiene una máscara, una careta que nosotros mismos le hemos colocado para cubrir aquello que llevamos por dentro, y quizás de esa forma conquistar el hambre de los demás por adquirir o comprar y tener más y mejores cosas. Eso me entristece.

Ya no responden a lo que les dice su voz interna, sino a lo que se lee o se vé en las revistas, en los periódicos, en la televisión, en el internet, o incluso hasta en las palabras de cualquier extraño que se graduó con honores en brindar consejos de belleza. Es mejor que escuchemos bien lo que pensamos y observémos lo que hacemos, nadie es dueño de nuestras vidas más que nosotros mismos, nadie puede hacernos más feliz que nostros mismos.


Pero cuando nuestro en alrrededor han disfrazado la felicidad y lo verdaderamente hermoso, cuando allá afuera sólo se escuchan gritos de violencia y desesperación, cuando las almas se ven apagadas por la incesante búsqueda de la belleza a costas de lo material, cuando observas que tu pueblo sufre las arrogancias de quienes nos dicen gobernar, cuando te das cuenta que los sentimientos tienen el nivel de congelación que necesitan los polos para no derretirse, cuando sucede todo eso y más... eso me entristece.


No sé hasta dónde vamos a llegar. Ya la gente no detiene su tiempo por un instante, sino que van corriendo como si los persiguiera algo que poco a poco los consume, los degrada y al final los ciega por completo. Cuando salgo a la calle, en medio de todo el ruido que absorve mi voz, en medio de la selva de concreto, aún me parece escuchar algunos corazones que se mantienen latiendo, algunas palabras de sinceridad y otros tantos gestos que conllevan verdaderos sentimientos; el resto es la imagen de máquinas que responden tan fácilmente a las órdenes de un “no se qué”... eso me entristece.


Sin embargo, a pesar de la velocidad que llevan algunos allá afuera, todavía existen quienes valoran lo que es tener un corazón, quienes escuchan sus latidos y el palpitar de los demás, ese es el verdadero lenguaje humano; hay quienes tienen más que un par de ojos, te observan con sinceridad, traspasan la realidad superficial y llegan a la realidad del verdadero ser. Quizás aún existan cosas que ciertamente nos hagan felíces y que no nos engañen con una máscara de superficialidad, quizás eso cambie mi tristeza y la tristeza de mucho otros que coinciden con todo lo que acabo de escribir.

La vida pasa demasiado rápido, nuestra estancia en este mundo es muy corta como para cegarnos con las vanidades de lo exterior. Tomemos más en cuenta nuestro interior y el interior de los demás.


Un abrazo...
Erasmo Prado Rosas

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