Pasa en las familias

En este espacio les he hablado de muchos temas relativos a la orientación sexual y a los derechos humanos, como la discriminación, la homofobia, política, legislación actual, los tabúes, el aspecto laboral, hasta hemos tenido declaraciones de personas que han estado a punto de sufrir algún tipo de atentado por el simple hecho de poseer una orientación sexual diferente a la “socialmente aceptada”. Pero hay un tema que hemos dejado a un lado: la familia.

En nuestro país y en casi todo el continente americano, la cultura que prevalece es la que responde a las tradiciones y a las familias de corte conservador, donde el hombre es un “macho” y la mujer una “encargada de la casa”. Con el tiempo hemos visto que el papel de la mujer de ese entonces ha ido cambiando, logrando superarse en todos los ámbitos, algo más que evidente. Sin embargo, en los países europeos los derechos humanos son mucho más defendidos y respetados, aunque en su vecino medio oriente se estén ahogando en mares de muertos diarios.

Pertenecer a una familia netamente conservadora conlleva muchas veces montar una lucha sin tregua para que los padres o familiares en algún momento adapten su forma de pensar para que estos estén acordes a lo que se vive en la actualidad. Digo esto por el rápido desarrollo que hay a nuestro alrededor y los cambios sociales que surgen frente a nuestros ojos. En la mayoría de las ocasiones, los padres no comparten cierto tipo de cambios, o más bien, ciertas situaciones que siempre han existido en el mundo, pero que por motivos ya sea de creencias, educación o muy personales e internos, no permiten que algún miembro de su familia forme parte de esas situaciones o cambios.

Cuando se enteran, lo toman con profunda pena y con sentimientos de una gran culpabilidad, molestia y dolor. Al saber la noticia les causa un choque, negación y rabia. La gran mayoría aducen que es algo “anti-natural”, que va contra todo principio bíblico y religioso, algo que no se puede permitir (y menos en su familia). El miedo que empiezan a sentir responde a los estereotipos sociales que casi siempre nacen del mismo seno familiar. Llegan a hacer comparaciones inimaginables contra aquél o aquella que es su propia sangre, o su “prójimo” (acudiendo a lo que dicen las escrituras).

Pero todo esto es una reacción humana y normal al dolor que sienten. Sienten que pierden la imagen de la persona que siempre quisieron que fuese. Aunque algunos hijos o hijas lo tomen de una manera mucho más calmada, entendiendo por lo que están pasando y preparándose para lo que pueda llegar a suceder (como por ejemplo que los echen de la casa), hay quienes les afecta en gran manera, hablando de la salud mental, sentimental, afectiva y física, debido a que les dan la espalda y se concentran en la razón o las causas de la noticia, porque creen que han hecho algo malo, y no ven el conjunto de todas las cosas buenas que el hijo/a pueda tener en ese momento (estudios, trabajo, profesión, metas, virtudes, etc.).

Si, es difícil para un padre o una madre saber que su hijo o hija poseen una orientación sexual prohibida por ellos, y que cuando se enteran los lazos afectivos se deshacen poco a poco, y tomará quizás poco o mucho tiempo para que la relación familiar se vuelva a fijar, tomando en cuenta de que ya las cosas no serán como antes, o como ellos querían que fuera, sino diferente. Si lo han amado durante todos los años de su vida, lo han ayudado y lo han visto crecer, si, se han comunicado con él/ella, si lo han apoyado en todo y han estado a su lado en los momentos buenos y malos, razón no hay para odiarlos ni alejarlos. Ser “diferente” no es dejar de ser humano, es tener la valentía suficiente de ser quien se es realmente, es ser mucho más que humano.

No sé si otorgarle las excusas a la historia de la humanidad, a la sociedad, a los gobiernos, o a nosotros mismos, pero de lo que sí estoy seguro es que no existe culpabilidad alguna en nadie. La naturaleza así nos hizo y así somos, por lo tanto no existe nada anti-natural.


Saludos.
(Foto: internet)

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