"Dos días junto a ti" (Segunda Parte)

Esta historia no podía terminar así, es más... no sé si tenga un final. Espero que les guste...

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Mientras las notas de sus melodías favoritas rondaban por toda su recámara, un espacio aún se encontraba vacío. Luego de su partida no hacía más que pensar en él, lo soñaba despierto, lo dibuja con sus dedos en la luz que, como intrusa, traspasaba las cortinas de una de las ventanas de su estancia. Por un momento quiso estar solo, encontrarse con sus preguntas y viajar en busca de las posibles soluciones a tantos acertijos. Hasta el minucioso ruido de una gota al caer podía despertar en él todos sus sentidos, luego del transe en el que se encontraba, la más mínima presencia de cualquier cosa lo despertaría.

Y así fue. Levantó sus piernas y se dispuso a iniciar otro de sus solitarios días. Los acostumbrados pasos de sus mañanas lo forzaban a hacer un recorrido por las repisas de su legendaria biblioteca, y mientras observaba los títulos por los que ya había viajado, en su mente aún se guardaba, como el más caliente de los días, el recuerdo de esa última noche, el silencio de la partida y los latidos de su corazón.

Necesitaba mantenerse en pie, tenía que esforzarse por no caer, por no hundirse en el mar de las confusiones y esperar que alguien lo rescatara. Ya sabía que no dependía de nadie, y nadie dependía de él. Sin embargo, necesitaba de él, de su presencia; por sus venas corría el indeseado sabor de la soledad, la sustancia de lo desconocido y de la duda, la lucha entre el olvido y el pasado cada vez se acentuaba más. Era casi inútil marcar una distancia entre los dos.

No sabía con qué alimentarse, su cuerpo exigía una dosis de sus besos, el calmante de sus ojos y de la poción que lo invitaba a perderse en los rincones de su cuerpo. Quizás un lenguaje diferente lo haría aparecer ante su faz cual truco de brujo. Fue cuando se hizo valer de instrumentos que forman parte de su rutina, de lo cotidiano de su existir, y cual misterio que se revela aparecieron sus letras en la misma ventana que los había unido temporalmente hace mucho tiempo atrás. Le imploró su presencia, la visita a un cuerpo que lo extrañaba, y a un sentir que aún vivía por él.

La respuesta a su llamado fue positiva, en ese momento creyó en sus promesas, en sus luchas, en las ganas de nuevamente tenerlo. Y lo tuvo frente a él, pero su presencia era casi… inexistente, no había palabras, las miradas no se cruzaban, y en su cara se reflejaba el cansancio de un hombre que pasa días enteros buscando un camino en su propio camino. Para no ser extraño a su sensación, lo llamó a su lado, y aquella frontera que había desaparecido en la noche anterior, hoy se manifestaba y empezaba a delimitar su anhelada compañía. Sabía que algo estaba sucediendo, se confundía. No disimuló sus intentos y le tomó de la mano, una suave caricia recorrió sus dedos hasta llegar a sus brazos. Eso fue todo, no necesitó de más nada para percibirse suyo, el “efecto imán” hizo lo suyo y él lo siguió.

Las imágenes que observaban lo distraían, no le miraban y hacía que perdiera la vista de lo cautivador de sus ojos, y en el lecho la distancia se mantenía igual, fría, extraña, callada. El tiempo jugó su partida más estratégica y se lo llevó consigo, con el viento de lo importante y las manecillas de lo comprometido. Luego de consumir el elixir mañanero, sus pies dieron los mismos pasos que su última despedida, el mismo recorrido.

Un adiós no le fue suficiente para dejar de extrañarlo. Lo había vuelto a ver, había llegado a la salida de los laberintos con que lo había dejado en sus recuerdos, y en sus golpes de vida había encontrado una razón para seguir amándolo como cuando se lo proclamó por primera vez. Sin embargo, el tiempo le ganó, cayó al suelo cual vencido en luchas sin sentido, cual contrincante que pierde el más preciado de los tesoros, el más valioso de todos, el más anhelado.

El brillo del reflejo del sol en su escritorio se desvanecía poco a poco, y mientras bajaba las caracolas de su escalera todo a su alrededor se oscurecía. Con poco esfuerzo se dejó sentar, junto a sus manos estaban los fieles testigos de sus letras, los acompañantes que celosos observaban lo que había sucedido. Alcanzó un viejo papel y volvió a leer las letras que con lágrimas ya le había confesado…

Aquí estoy, en medio de todo
y afuera de la nada, queriendo
que digas algo; sigue sonriendo,
que aquí no hay nadie, solo un loco
apartando lo que le estuvo doliendo,
matando las sombras y sintiendo
esta vez, una vez, que no está solo.

¿Puedes ver la mitad de mi vida?
aquella que despierta en tus sentidos
lo que en mis labios has vivido,
y con tu faz hoy más me ilumina,
escuchando lo que tu voz me ha dicho,
que mis días ya no están perdidos,
déjame con esta sensación, deja que siga.

Que no haya más límites que esta piel
que agudizaras mucho más mi razón
te pedí, en un intento de canción,
embriagándome con tu extraño ser,
contagiándome de tus horas de pasión,
viajar más allá de la imaginación,
es todo lo que he querido hacer.

Que vengas conmigo y te quedes aquí,
mis motivos son más ciertos que el día
vibran como los veranos de mi vida
¡cómo te extraño cuando estoy sin tí!
cuando mis noches no te olvidan
porque olvidarte sería una loca osadía
un lanzarme al abismo sin poder vivir.

No contemos con el tiempo, olvídalo,
transforma todos los trozos del ayer
déjame hoy quedarme en tu querer
procura hablarme con tus latidos,
suavemente, en silencio te escucharé,
plasma en mi vida lo que no olvidaré
llévame de tu lado, llévame contigo.

Sentía que todo llegaba a su fin y que la historia se repetía. Tomó un poco de aliento, se levantó y siguió su camino, lo siguió a él.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
La primera parte de Dos días junto a tí fue excelente, pero la segunda es exquisitamente hermosa...Será probable una tercera parte???....
Te felicito, tienes una manera de escribir muy, pero muy sensible, ya no existen sentimientos así, tampoco escritos con esas palabras que a quienes no conocen el amor les parecen cursillerías...

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